Como la vida misma

Ayer fue uno de esos días, si de esos días que mejor no recordar, pero no porque tuve una discusión, un drama. Tuve un día de película y no de las románticas sino constrangedora, de esas que al final te hacen reír. Seguro que se acuerdan de alguna película donde se tapa el inodoro y el protagonista que es el invitado de la casa no sabe qué hacer y el agua se escurre por todas partes. Bueno, esta vez me pasó a mí. Suerte que no estaba de invitada. Creo que a todos nos pasó en algún momento de nuestra vida. Lo duro es donde y si tenemos medios para destaparlo. Nosotros estamos en un departamento de alquiler temporario, no había nada para destapar el inodoro.

Por suerte al agua no salió del inodoro, se quedó limitada al inodoro. Poco a poco el agua se iba yendo, pero la mierda quedaba. Tire la cadena creo que unas ocho veces y el agua subía y bajaba, pero la mierda quedaba ahí.
Al final llame a mi marido y fue hasta la portería a buscar un destapador de inodoros, esos que hacen sopapa y ... listo. Todo solucionado en un periquete.
Me puse a pensar, esto es como la vida misma, mucha mierda que llevamos dentro va y viene. Se queda estancada y no sabemos cómo podemos solucionarlo. Tenemos momentos en que las cosas nos superan y es ese el momento de para y pedir ayuda. Muchas veces necesitamos buscar la ayuda de alguien que este mas entrenado que nosotros o que tenga las herramientas apropiadas para poder liberarnos.
Aunque pedir ayuda no siempre es fácil, puede implicar aceptar cierto grado de fracaso, o miedo a un “no” de respuesta. Pedir ayuda nos lleva a mirarnos hacia adentro, reconocer nuestras debilidades y miedos. Pero también nuestras capacidades, nuestros recursos y habilidad para llevar la vida que queremos llevar.
Buscar apoyo en otras personas es señal de fortaleza.
Y vos, ¿a quién le pedís ayuda?
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